Hay días en que nos damos cuenta que no hemos contemplado una sola chispa de luz por mucho tiempo, y nos preguntamos porqué lo que nos hace oscurecer la mirada parece tener más fuerza que lo que la alumbra.
Y descubrimos que no estamos mirando con claridad, porque hemos olvidado contemplar desde lo único que es real más allá de todo pensamiento y emoción, el milagro de nuestra propia vida.