Una comprensión fundamental que ojalá tuviéramos desde nuestra educación más temprana, es con relación al papel de nuestro cuerpo en el proceso de nuestro desarrollo humano.
Recuerdo en mi primera infancia, que contemplaba a los adultos en sus reuniones y sus fiestas fumando y tomando licor, y recuerdo que desde la mirada inocente de un niño, no entendía porque había placer en lo que a mí parecer era hacerse daño y perder el sentido.
Al crecer esa mirada pareció quedar relegada por la inmersión en el mundo social, y en ese deseo de pertenecer y compartir con quiénes componían mi medio ambiente, sintiendo que uno de los asuntos de crecer y compartir era relacionarse y tener acceso a ese tipo de estímulos, y con la presión de que no asumir esos aspectos sociales podían ser relegarse de la socialización.
El asunto es que en mi caso particular tenía matices, pues de los 9 a los 12 años acompañe en un proceso terminal por afección pulmonar a mi abuela, quien fumaba todos los días…
Y a pesar de esos escenarios y miradas, en la adolescencia y días juveniles fumé.
Esto que les cuento me sirve de base para lo que quiero que exploremos en una serie de escritos sobre el cuerpo.
Y comienza con el interrogante inicial de este escrito, cual es el papel de nuestro cuerpo en función de nuestro desarrollo humano…