En el centro de los pensamientos y emociones que nos llevan de forma frecuente a sentir desesperación, frustración o perdida del sentido de la vida, se encuentra el sentimiento de la culpa. Esta se extiende a nosotros mismos, a las personas que nos rodean, o a la propia existencia. Es como si algo dentro de nosotros nos dijera que la culpa tiene justificación, que esa perspectiva, esa forma de contemplación va a aliviar nuestro dolor. Lo que no podemos a veces identificar es que ese sentimiento, nos aleja de nuestra inocencia, de la mirada que acepta las circunstancias, no desde la derrota sino desde la comprensión activa de nuestro proceso de aprendizaje como seres humanos. Cuando ese aprendizaje esta activo, entendemos que no estamos condenados al sufrimiento, sino que venimos a trascenderlo, encontrando en ese proceso, la luz mas profunda, la sabiduria real que solo puede nacer desde nuestra experiencia, desde nuestro deseo de amar la vida por encima de todas las circunstancias.
