Uno de los aspectos más importantes en nuestro desarrollo es poder afrontar y contemplar los cosas como son, transformar el deber ser por una visión objetiva de lo que vivimos, aunque dentro nuestro están los ideales en todas las áreas de la vida, y además las ganas de crecer y desarrollarnos hacia estos, a veces esos ideales se convierten en fantasías que nos generan internamente la sensación de frustración, fracaso, miedo o apego.
Aceptar el valor de la vida en este momento, no porque tenemos, poseemos, o hemos logrado tal cosa, sino por el simple hecho de nuestra existencia, nos reta a lo más objetivo, en donde estamos realmente y desde donde a cada instante continuamos y creamos el camino.Hay una contemplación que viene del Budismo Zen que tiene mucha belleza, y parte del estado de la inmanencia, que sería opuesto al de trascendencia, y no porque anule o sea una contraposición, sino por la belleza de exaltar, lo que es, en lo más cotidiano y objetivo, encontrar el sentido de la vida, no en las grandes proezas, o en los estados exaltados de nuestra conciencia, o en otra vida, sino en la sencillez de nuestra cotidianidad iluminada por la conciencia del valor de la vida.